En este artículo quiero tratar un tema que es un poco torticero y que se presta a muchas controversias y malas interpretaciones, es el siguiente: a la hora de dar clase, el género del profesor es una cuestión muy importante.
Esta cuestión es algo que nunca he considerado como un factor importante a la hora de entrar en un aula pero después de años de experiencia y teniendo además una hermana profesora y alguna que otra casualidad fortuita me ha llevado a reparar en pequeños detalles que corroboran la afirmación anterior.
Cuando un hombre entra en un aula los/las alumnos/as dan por hecho que tiene la autoridad, es difícil que durante los primeros días el alumnado ponga en cuestión esa autoridad, pero si una mujer entra en un aula tiene que demostrar esa autoridad ya que instintivamente el alumnado va a cuestionar esa autoridad.
Esta diferente actuación es un reflejo de la sociedad en que vivimos donde los roles sexistas se siguen manteniendo pese a todo lo modernos que nos consideramos.
Los/las alumnos/as ven en un profesor un reflejo de su padre y en una profesora el reflejo de su madre. Como su madre es, generalmente, quién los ha criado, están aconstumbrados a negociar con ella y, generalmente también, es más flexible que su padre por eso la autoridad de su padre no la ponen nunca en cuestión pero la de su madre sí porque están aconstumbrados a negociar con ella.
El tema es más complejo de lo que parece porque, y seguimos generalizando, no es lo mismo que los alumnos sean chicos o chicas, su actitud frente a la autoridad es diferente y su actitud adolescente también es diferente.
Los chicos cuestionan casi siempre esa autoridad, hacen gala de una independencia que no tienen y se mueven por impulsos instantáneos, no tienen un criterio definido, hoy están de acuerdo con tu labor y mañana la critican agriamente, su principal objetivo depende de la reacción que ellos perciban en las chicas del grupo de clase, son muy inmaduros, por todo esto su reacción frente a una profesora siempre es de dasafio, ven ella a su madre, a su hermana o a su abuela y creen que pueden negociar con ella y salirse con la suya, a esto se une el hecho de que, seguimos generalizando, la mujer es más dialogante que el hombre con lo que tenemos abonado el campo para el conflicto de poder que se produce en el aula.
A todo esto hay que añadir que en el caso de las chicas también se produce un cuestionamiento de la autoridad de la profesora pues vuelve a ser el reflejo de su madre con la que están cansadas de discutir por diferentes motivos: ropa, horas de salida y llegada a casa, labores del hogar, etc.
En el caso de un profesor el tema es más simple pues en un aula su principal grupo de apoyo son las chicas que al ser más maduras y ver en él el reflejo de su padre presentan una actitud más receptiva a aceptar la autoridad del profesor, así forman un grupo que no cuestiona esa autoridad y que defienden la labor del profesor y, lo que es más importante, en caso de errores puntuales por parte de este no cambian su actitud hacia él, todo esto tiene un límite, una vez que se pierde el apoyo de ese grupo es casi imposible volver a recuperarlo porque arrastran al grupo de chicos y en ese momento no hay prácticamente nadie que apoye al profesor dentro del grupo de clase.
Otro tema engarzado con el anterior, es la actitud familiar ante un profesor o una profesora, también aqui, y seguimos generalizando, se producen diferencias a la hora de asumir o aceptar las decisiones del/la docente, esta actitud vuelve a ser reflejo de la sociedad en la que nos movemos y que, vuelvo a repetir, no es tan moderna, desarrollado e igualitaria como creemos.
La conclusión final es que como ya he dicho muchas veces hay que considerar todos estos factores cuando se entra por primera vez en El aula y hay que diseñar estrategias para superar los diferentes inconvenientes que se producen en nuestra labor diaria.
Todo lo anterior no quiere decir, ni tan siquiera sugerir que la labor docente de los o las profesores/as pueda cuestionarse debido a su género.